Mi vida por un voto

26 de Noviembre 2017

Esta semana la arena política parece estar mucho más movida que durante todo el periodo previo a la elección del pasado domingo. Ahora sí todos se asustaron –o se motivaron, si se quiere ver en positivo- y se dieron cuenta de que el próximo 17 de diciembre cualquier cosa puede pasar. Nadie tiene la carrera ganada. Ahora sí que la cosa va en serio.

Quizás precisamente por esa adrenalina –tan obvia en el ser humano cuando tiene miedo- estos últimos días los comandos de Sebastián Piñera y Alejandro Guillier se volcaron en cuerpo y alma a conseguir el respaldo de los candidatos que quedaron fuera de carrera y que en estos días se convirtieron en la niña bonita de la fiesta.

El problema es que con estas negociaciones frenéticas, ambos conglomerados han demostrado no entender ni un ápice de los cambios que ha vivido el votante en este país. Si nunca los sufragios han sido endosables, hoy lo son mucho menos. La molestia con el sistema –sea moda o no- y el voto voluntario son un arma peligrosa, con la que el ciudadano actual sabe moverse. Y si los candidatos, en vez de sonreír en cámara juntos, no logran motivar y continúan tratando al elector como una mercancía transable, simplemente el rating caerá estrepitosamente y muchos no se levantarán a votar.

Frente a los slogan que hablan de la “nueva forma de hacer política” o la “nueva manera de continuar con el legado”, las negociaciones emprendidas por ambos comandos no son nada novedosas y se asemejan bastante a lo que sucedió después de la elección Lagos-Lavín, hace ya casi diez años. Una jornada en la que la entonces Concertación casi sufrió un mega infarto cuando el candidato no logró ganar en primera vuelta y, además, terminó virtualmente empatado con el abanderado de derecha.

Si bien hoy la situación fue distinta, de todas maneras el shock alcanzó a todos, con excepción de Beatriz Sánchez y José Antonio Kast, que eran los únicos cuya sonrisa y celebraciones eran genuinas. En los demás, había más gestos forzados que otra cosa: en el comando de Piñera, nadie podía creer que la votación ni siquiera se hubiera acercado al 40%; en el de Guillier, la sorpresa llegó de la mano de un magro 23%, con lo que marcó el récord de respaldo más bajo que ha obtenido esa coalición desde el regreso a la democracia. Ni hablar de Marco Enríquez-Ominami y Carolina Goic, que hicieron un saludo a la bandera, cada uno con casi 6%. Alejandro Navarro y Eduardo Artés ni siquiera alcanzan para mención.

Por eso, los movimientos desde el lunes comenzaron de inmediato. La derecha parece haber sido más eficiente, pues a las pocas horas Sebastián Piñera ya contaba con el respaldo de Kast, mientras que unos días después, con mueca y todo, Manuel José Ossandón, su jurado archienemigo, terminó dándole la mano y convirtiéndose en el vocero de los alcaldes por Piñera.

Pero Guillier la tiene bastante más complicada. El abanderado de la  Fuerza de la Mayoría recibió rápidamente el respaldo de ese partido, de MEO y de Navarro (cualquier suma, aunque no llegue ni a un punto porcentual, es bienvenida en este escenario). Sin embargo, el respaldo del Frente Amplio se ha hecho esperar.

Y ese es precisamente el apoyo que necesita Guillier. El de una Beatriz Sánchez que –contra todo pronóstico de las encuestas- llegó al 20% de la votación el domingo pasado y que logró la impresionante suma de 20 diputados y un senador. Sin embargo, su coalición tiene por delante una decisión en extremo complicada, pues debe ser capaz de administrar adecuadamente el triunfo, para no replicar a futuro el ocaso de Enríquez-Ominami.

Pero además, si el resto de los conglomerados no tiene poder sobre sus votantes, en el caso del FA, coalición apoyada en gran medida por el votante joven y el descontento ciudadano, la posibilidad de que los electores se levanten y vayan ordenadamente a votar por Guillier es incierta y difícil.

El tiempo, además, juega en contra. En una campaña hacia una segunda vuelta para la que ya quedan solo tres semanas, ¿cuánto tiempo podrán demorarse los frenteamplistas en decidir su posición, sin comprometer las posibilidades de éxito de la centroizquierda? Todo dependerá de cuánto esté dispuesto a ceder el FA, que siempre parece más cómodo en la eterna oposición. Y cuánto esté dispuesto a entregar Guillier ante la nueva coalición, lo que a primera vista parece complejo en algunos temas, como el futuro de las AFP.

Hasta ahora, parece que el conglomerado de Sánchez está dispuesto a cobrar caro su respaldo. La duda es si Guillier está dispuesto a pagar el precio. ¿La vida por un voto?

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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