El “test” de Piñera

13 de Agosto 2017 Columnas

A pesar de los avances de los últimos días, el acuerdo parlamentario de Chile Vamos parece haber llegado a un punto muerto, situación en que las aristas pendientes deberán ser resueltas con la relativamente consensuada intervención del expresidente Piñera. Un riesgo innegable que es al mismo tiempo una oportunidad, en la medida que dicho escenario puede empezar a definir la forma en que los partidos y su candidato se relacionarán en la eventualidad de volver al gobierno.

Hasta aquí, los demás bloques políticos solo han ilustrado las debilidades y la casi nula influencia de sus liderazgos presidenciales, a la hora de incidir en la negociación de los pactos parlamentarios. Así, la permanente solicitud de Alejandro Guillier para que los partidos que lo apoyan hicieran un espacio a la DC terminó siendo desestimada; a su vez, el descuerdo público de Carolina Goic con la fórmula suscrita por su colectividad, el MAS y la IC, fue pasado por alto en las instancias resolutivas de la Falange, y Beatriz Sánchez simplemente ha optado por marginarse de la disputa que la candidatura a diputado de Alberto Mayol instaló en el seno del Frente Amplio.

Ahora Sebastián Piñera recibe en sus manos el primer desafío propiamente político de su campaña, el imperativo de mediar entre los intereses electorales de sus partidarios, con las colectividades grandes (UDI y RN) buscando no sacrificar posiciones, y fuerzas emergentes como Evopoli exigiendo condiciones de relativa igualdad. El exmandatario deberá sopesar ganancias y pérdidas inevitables, tratando de cuadrar un círculo que no solo importará desde la perspectiva de la estricta elegibilidad de las opciones parlamentarias, sino también de ese complejo equilibrio de fuerzas destinado a ser una de las claves de su éxito o fracaso, de llegar otra vez a La Moneda.

No existen voces disidentes respecto de las serias debilidades de gestión política que tuvo el primer gobierno de Sebastián Piñera. Un estilo excesivamente ‘gerencial’ y tecnocrático; carencia de sensibilidad para entender la profundidad de su desafío histórico y lo traumático que sería para un sector del país ver llegar a la derecha al poder, convergieron luego con otras circunstancias, para terminar produciendo en 2013 el peor resultado electoral del sector desde el retorno a la democracia. Desde esa perspectiva, el tipo de relación que en esta etapa Piñera logre consolidar con los partidos, será un precedente decisivo para el sistema de funcionamiento político que el día de mañana debiera ayudarlo a no cometer los mismos errores.

En paralelo, su mediación en el diseño de la plantilla será relevante en función de las cartas que decida privilegiar; señal de continuidad o renovación de rostros, con énfasis más conservadores o liberales, mayores o menores grados de apertura a ese “centro” que hoy aparece políticamente huérfano, serán algunos criterios que se pondrán en juego y serán visibles en el resultado de sus decisiones. Por último, lo más importante: el peso y la interlocución de Sebastián Piñera en los partidos y bloques parlamentarios, aspectos que permitirán saber cuánto ha madurado su impronta, desde la vez en que las circunstancias políticas lo obligaron a entregar de vuelta la banda presidencial a Michelle Bachelet.

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