Cambio sin rumbo

20 de Octubre 2016 Noticias

Una decisión a todas luces sorprendente, cuya primera lectura inevitable es que la Presidenta Bachelet simplemente no considera que su gobierno tenga problemas de conducción política. O quizás, el fruto de la intuición de que podrá corregir el serio abismo abierto esta semana entre su administración y su base parlamentaria, con el mismo elenco que terminó de ahondarlo con su evidente desprolijidad.

En los hechos, el cambio de gabinete ocurrido ayer hizo patente que en la autoridad no existe ninguna voluntad de rectificación; que el gobierno sigue y seguirá en el mismo derrotero observado en el último tiempo, y del cual las desinteligencias producidas en la fallida tramitación del proyecto para intentar corregir los errores en el padrón electoral fueron una verdadera ‘coronación’.

La Presidenta Bachelet optó al final por concentrar todas las responsabilidades de dicho entuerto en la ahora ex ministra Blanco, que ya terna una gran cuenta acumulada producto de los problemas en Gendarmería, Sename y el Registro Civil. Fue, de algún modo, el precio que la Mandataria decidió pagar para poder absolver a los integrantes del comité político de toda responsabilidad en el ‘bochorno’ vivido en estos días en el Congreso.

En paralelo, el cambio de gabinete implicó también la salida del ministro de Energía, Máximo Pacheco, el personero que exhibía los mejores resultados a nivel de gestión sectorial y que explica su decisión en la voluntad de integrarse a la precampaña presidencial de Ricardo Lagos. La pregunta que inevitablemente queda en el aire es por qué se opta por provocar una crisis de gabinete ad portas de un proceso electoral, cuando perfectamente la salida del ex ministro Pacheco podía esperar un par de días. Una de las respuestas posibles apunta a que se aprovechó la instancia en que se hizo a Javiera Blanco pagar todos los costos políticos por los yerros de estos días.

En definitiva, lo ocurrido ayer no puede ser entendido como un punto de quiebre respecto de las debilidades políticas que La Moneda arrastra desde hace ya bastante tiempo, sino como otro ‘síntoma’ de un problema aún sin solución. La Presidenta Bachelet optó por no reconocer ni menos subsanar los serios déficits de gestión en la conducción política de su administración. Del mismo modo, decidió también mantener vigentes los problemas de coordinación del gobierno con el Congreso aun cuando esta semana sufrió una verdadera rebelión en las bancadas de la Nueva Mayoría.

Son señales y decisiones que inevitablemente anticipan tiempos todavía más difíciles al interior del oficialismo, un período marcado por una coalición cada vez más huérfana y un gobierno cada día más distante e indiferente al destino que deberán enfrentar sus partidos y partidarios.

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