Juego de niños

20 de Agosto 2017 Columnas

Han sido la fuerza emergente más representativa del nuevo ciclo político; destello de una generación que irrumpió en el escenario con el objetivo de actualizar prácticas y radicalizar contenidos, buscando según sus términos dejar atrás los límites de la transición y la era de los consensos. Revestidos de una buena dosis de mesianismo y moral jacobina, llegaron impetuosos para cuestionarlo todo y a todos: a la elite económica, a la clase política, al Chile de la Concertación, a la izquierda tradicional, a la modernización capitalista, al “modelo” y “la constitución de Pinochet”…

Ahora el Frente Amplio se pega su primer estrellón contra el muro de la realidad, forzado a asumir en público que en su seno de querubín no solo florecen valores y virtudes, sino también, las más descarnadas lógicas de poder. Como adolescentes avergonzados de los primeros signos de adultez, han tratado de mostrar este incidente como un “error” derivado de la inexperiencia y no como lo que en realidad es: la expresión más obvia y más prístina de la política. Ingenuamente intentaron durante un tiempo convencer al país de que representaban algo “distinto”, cuando el único sentido y viabilidad de su proyecto necesariamente pasa por llegar a ser protagonistas de lo que dicen rechazar.

Hasta aquí, el único que parece entender de qué se trata todo esto es Alberto Mayol, que en un momento vio la oportunidad y decidió salir de cacería. Algo que es propio y básico de la política, pero que en el ambiente de purismo adolescente que sus pares han querido vender pareció un verdadero sacrilegio. Fue acusado incluso de “feminicidio”, por tratar a una joven candidata a diputado como se trata a cualquier potencial contrincante, confirmando que para el rol de víctima que en estos tiempos se ha convertido en el principal estereotipo femenino, a muchas simplemente no les resulta aceptable ser consideradas como iguales.

Así, a aquellos que por buenas o malas razones no les gustó la pretensión de Mayol de competir en el distrito de Giorgio Jackson -incluida la candidata presidencial del bloque- no se les ocurrió nada mejor que disfrazar esta disputa de afrenta moral, para terminar exigiéndole a Mayol disculpas públicas a la mujer “agredida” por las asperezas de su lenguaje. Al final, este juego de niños taimados resultó tan burdo e inconsistente, que uno a uno los actores del Frente Amplio debieron descolgarse de la pataleta inicial, dejando a Beatriz Sánchez en una incómoda posición, y confirmando a Alberto Mayol no solo como candidato a diputado del distrito 10, sino como el único y gran ganador de esta partida.

En resumen, el Frente Amplio vino a reafirmar esta semana lo mucho que le falta para convertirse en una verdadera alternativa de poder. Dieron un espectáculo digno de una asamblea escolar, ilustrando que su principal traba para continuar creciendo es esta  ambigüedad que se mantiene entre inocencia adolescente y vocación política, anhelo puritano y deseo de fuerza; una tensión que mientras no se resuelva los condenará a seguir moviéndose en los bordes, a permanecer en el digno pero frustrante límite del testimonio y en la en muchos aspectos también cómoda marginalidad.

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