De “Lobos Solitarios” y otros: terror y violencia

22 de Agosto 2017 Columnas

Es propio de la naturaleza inmutable del terrorismo generar pavor a partir de ataques indiscriminados en contra de la población civil. De esta forma, una infinidad de fines políticos -por más retorcidos que parezcan- podrían legitimar en la mente de radicales ideologizados, la violencia como un medio efectivo para atacar a sus enemigos. Ahora bien, es el carácter de esa violencia -y su capacidad de adaptación- lo que nos deja estupefactos. El fenómeno de los denominados ‘lobos solitarios’, definidos como actores individuales sin conexión aparente con grandes organizaciones terroristas, pero vinculados por una misma agenda ideológica radical, responde a las actuales condiciones de esta particular violencia política.   

El terrorismo islamista radical se ha tomado las tribunas desde hace ya bastante tiempo, generando enconadas opiniones en múltiples sectores. Muchos responsabilizan al mismo islam ya que en ‘su naturaleza’ pareciera estar la violencia. Sin embargo, además de ser esta una afirmación reduccionista es, al menos, temeraria. Reduccionista, pues pareciera ser que la identidad se midiera sólo por la condición religiosa, lo que, a todas luces, no hace más que igualar y uniformar una civilización que por cultura, religiosidad y componentes étnicos tiene muchos matices.

Las causas del problema están lejos de ser religiosas; el corazón del asunto es ideológico. Asumir que la violencia terrorista islamista descansa en una visión religiosa unidireccional es no comprender que su ejecución misma aspira a generar cambios en la vida política, principalmente de las comunidades musulmanas alrededor del planeta. El problema esencial radica entonces en las reiteradas interpretaciones ideológicas de textos religiosos, situación que hace la comprensión de todo esto algo mucho más complejo. Con todo, si asumimos esta diferencia conceptual, estamos un paso más cerca de comprender lo que los mismos ideólogos islamistas radicales han intentado obviar: que los procesos histórico-religiosos deben comprenderse a partir de sus contextos y no como realidades sociales, políticas y valóricas inmutables y atemporales.

Así además, muchas veces se obvia el factor sociológico y sicológico de quien lleva a cabo estos actos de violencia. Sabemos que el rechazo xenófobo y la desesperanza son algunos de las causas, pero, con todo, no justifican nada. Además, muchas son personas que se han criado en Europa con todas las posibilidades que, a veces, en sus mismos países de origen no tuvieron; no obstante, de forma permanente llegan a sentirse ciudadanos de segunda. Si a esto sumamos el desarrollo de un discurso envolvente, seductor que mezcla política y religión, el resultado es tremendo. Por lo mismo, la explicación no puede ser simplista. Son hechos complejos que requieren explicaciones complejas.

La genealogía del discurso islamista se puede rastrear tempranamente en el islam a partir de la idea del abandono de las tradiciones fundantes de la comunidad primigenia fundada por Mahoma. Esto ha constituido el leit motiv de un discurso que ha buscado instalar la idea del retorno a las fuentes como elemento de legitimidad política. Bien sabemos, quiénes estudiamos la historia, que no se puede desandar lo andado y que querámoslo o no, la historia avanza inexorablemente. Por tanto, borrar con el codo lo que se ha escrito, en este caso, no es más que una ficción.

El mundo islámico –como toda civilización- es complejo y rico en tradiciones, simplificarlo es reducirlo a una expresión en donde sólo cabe la política. Sus problemas, a la vez, son variados: pobreza, exclusión, analfabetismo, etc. La plaga del radicalismo se nutre de ellos con un falso discurso esperanzador, con la falacia del Califato y el retorno a un ideal que no, necesariamente, fue real. Allí, los ‘lobos solitarios’ no son más que una herramienta de la ignorancia y el odio.

Pongamos atención entonces en los discursos ideológicos y como, en la práctica, los ideólogos y sus contextos se sirven de los más débiles para aterrorizar a víctimas y victimarios.

*Coautoría con profesor Ignacio Morales.

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