Chicos listos

2 de Diciembre 2017 Columnas

El Frente Amplio, un grupo que se asocia a jóvenes idealistas, que viene a cambiar la política y el país, sorteó su primera prueba de fuego a la vieja usanza. En vez de apoyar o rechazar la candidatura de Guillier, de seguir sus principios, optaron por acatar la regla del clásico manual de la política: ante decisiones complejas, mejor navega por aguas tibias; no te comprometas, evita el conflicto.
En una declaración llena de buenas intenciones y deseos; lo que nunca aclaran es precisamente lo que se les preguntó. Es más, en ningún párrafo aluden a Guillier y prefieren optar por el camino clásico, que es hacer un llamado a sus adherentes a votar de acuerdo a sus propias convicciones o análisis. O sea, es el triunfo de la ambigüedad, una que se supone ellos están llamados a desterrar de la política.

Quien mejor resumió lo ocurrido es el propio Alberto Mayol, ex candidato de esa colectividad, quien dijo que se trata de una suerte de antimensaje, ese que uno lee y no sabe cuál es la conclusión. Salvo que cada uno puede hacer lo que quiera, algo tan obvio que para ello no necesitaban decir nada.

Ahora, es evidente que el problema es que ellos no quieren votar por el candidato de la Nueva Mayoría. Tienen claro que son enemigos de Piñera, pero tampoco quieren ser amigos de Guillier. Para ellos, al final del día, ambos son igualmente molestos. Pero no se atrevieron a decirlo con claridad, por miedo a la crítica de los sectores más tradicionales, esos que se supone ellos vienen a desafiar. Guillier entendió el mensaje. Ofuscado, dijo que sabía que iba a pasar esto, pero que uno espera en política que la gente tenga decisiones definidas. Estás o no estás o te abstienes, disparando al corazón del movimiento al que, hasta esta semana, se podía acusar de muchas cosas, pero nunca de ambigüedad.

Hay dos lecturas posibles de todo esto: la primera es mala, en el sentido de que se trata de un grupo que no se la juega, que no habla claro, que no quiere arriesgar nada, algo que suena a una negación de lo que pretenden ser.

La segunda, más benigna, es que son chicos listos. Que entienden que ya son un partido con 21 parlamentarios y que ahora las decisiones ya no se toman con puro ímpetu, sino con calculadora en mano, porque la cosa no está para aventuras, ni idealismos.

En cualquier escenario, la conclusión es una: con su actuar de esta semana, se convirtieron en un grupo más de la política chilena tradicional. Lo que no tiene nada de particular. Pero, si es así, al menos debieran dejar de pontificar, dar lecciones al resto y sentirse poseedores de la verdad como si fueran los elegidos. Ahora, ya son parte del club que dicen renegar. Al final, la política es la política. Porque, como todo en la vida, las cosas no cambian porque se tenga ideas disruptivas, sino por como uno actúa en los momentos claves.

Publicado en La Tercera

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