Tiempo de currículos

7 de Enero 2018 Columnas

Por segunda vez –la primera fue durante el 2009-  y casi como un deja vu, el concepto de cuoteo político fue un comodín utilizado en distintos momentos de la campaña del hoy presidente electo Sebastián Piñera.

“Soy partidario de terminar con el cuoteo político y con los operadores políticos en toda la administración pública”, decía en agosto recién pasado, a lo que agregaba: “Es absurdo que los partidos se sientan dueños de instituciones públicas”.

Sin embargo, solo unos meses después, esas palabras parecen caer en un saco roto. Porque bastó que Piñera se transformara en el presidente electo para que la maquinaria partidaria, esa misma que él denostaba hace solo unos meses, comenzara a trabajar en jornadas extendidas  para dar a conocer al mandatario sus “preferencias” respecto de quiénes deben ser parte de esta nueva travesía de cuatro años.

Nuestra región no ha quedado ajena a aquello. Como si fuera un botín de guerra, todas las tiendas han dado a conocer su intención de quedarse con la intendencia y como en una subasta, han lanzado sus mejores apuestas para quedarse con el preciado puesto. Incluso con la pugna entre el senador Francisco Chahuán –que ha hecho su mejor esfuerzo por instalar en el cargo al Core Jaime Perry – y su correligionario, el alcalde en ejercicio de Limache, Daniel Morales, que manifestó su disponibilidad para asumir a la cabeza de la región. Obviando, por cierto, que aquello le significaría dejar la comuna por la que fue electo y en la que asumió hace apenas poco más de un año.

El cargo de intendente históricamente ha sido esencial en el devenir regional, pero hoy cobra mayor importancia, pues quien sea designado tendrá la posibilidad de posicionarse para la primera elección de gobernadores regionales en 2020 y si todo resulta como debiera –al menos según lo comprometieron todos los candidatos en la pasada campaña-, tendrá competencias y recursos suficientes para efectivamente convertirse en un poder real y no continuar siendo un funcionario bajo el alero y arbitrio de la autoridad nacional y de las decisiones desde la capital.

Por lo mismo, todos los partidos han comenzado  una vez más –como ha ocurrido desde el regreso de la democracia- a sacar sus mejores cartas y también a aprovechar la contingencia para “quemar” algunos nombres desde ya. A poco menos de una semana de la fecha límite en la que ha trascendido se darían a conocer dichas nominaciones, tanto RN como la UDI –pasando también por Evopoli y el PRI- ya empezaron a enviar sus “nominados”, como si se tratara de la entrega de los Premios Oscar.

Así, mientras la mayor parte de los habitantes de esta zona han estado concentrados en el inicio del nuevo año y distraídos con el futuro del Mall Barón o el tren de alta velocidad entre Valparaíso y Santiago, los partidos políticos se han dedicado a hacer desfilar los primeros nombres… Sus “favoritos” para dirigir la región por los próximos tres años.

Se trata de personajes de peso y trayectoria política. Apoyados, además, por los líderes de sus colectividades, como es el caso del senador Francisco Chahuán. O de los máximos empresarios de la zona, que en esta ocasión, también han mandado sus buenas energías en torno a algunos dirigentes. Son, ciertamente, de nombres archiconocidos en la región, como Jorge Martínez, Jaime Perry o Jorge Castro, por nombrar algunos.

El problema no está en los nombres per se (varios de ellos quedan “quemados” por el solo hecho de aparecer en la prensa como posibilidades), sino en el mecanismo. Una forma de definición de autoridades en la que pesa más la potencia de los “padrinos” políticos que las propuestas o desafíos que pueda tener la región. Esta o cualquier otra zona del país.

¿Qué piensan los nominados respecto del T2? ¿Qué propondrán para mejorar los graves déficit de conectividad entre el interior y las zonas costeras? ¿Qué piensan hacer con la desenfrenada construcción de edificios, no solo en Valparaíso, sino también en ciudades como Quilpué o Villa Alemana, donde las calles no dan abasto?

Nuevamente, como ha sucedido en cada elección desde 1990, la definición del intendente será producto de una negociación entre partidos políticos, de un gallito de fuerza entre los líderes regionales, de una subasta donde los currículos de los principales nominados se ventilan a vista y paciencia de todos, pero donde no hay ni racionalidad ni participación ciudadana para definir un nombre que tendrá en sus manos el futuro de la región por los próximos tres años. Una vez más, el cuoteo se convierte en la regla. Solo más de lo mismo.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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