Temporada de estimaciones

13 de Febrero 2012 Columnas

Llegó la temporada de proyecciones económicas. En general, la gente no está contenta con los economistas que practican este oficio. Dice que nos dedicamos más a explicar el pasado que a predecir el futuro. Y en parte tiene razón. Pero no es que no sepamos hacer lo segundo o que seamos flojos y lo hagamos porque es más fácil. De hecho, probablemente sea tan difícil como lo otro. Mirar el pasado es crítico para entender cómo llegamos a dónde estamos y aprender de nuestros errores. Esta mirada nos da el contexto y el ancla para darnos cuenta que no es cierto que siempre sea todo distinto y que tengamos que cambiar de modelo constantemente. La historia tiende a repetirse; no exactamente igual, pero tiende a hacerlo.

Por ejemplo, lo que está pasando en Europa se parece bastante a las tradicionales crisis en las economías menos desarrolladas. Y, lamentablemente, en algo a la Gran Depresión. Ciertamente, es útil entender esto para que, si la serie de sucesos representativos de esas situaciones comienza a repetirse, tomemos las medidas correctas. Entender el presente también es importante. La gente no tiene una visión clara de éste y se apoya mucho en la casuística, lo que le toca ver. Saber, por ejemplo, por qué el desempleo en EEUU está disminuyendo y por qué esa economía se recupera. Darse cuenta que las utilidades de las compañías en el mundo están creciendo hoy a su ritmo normal y advertir las señales que ha enviado China de que está dispuesta a hacer bastante para enfrentar una desaceleración y está ya en ese camino.

Y, para Chile, entender por qué bajó tanto el desempleo, por qué el cobre ha subido y si el nivel del tipo de cambio es consistente con éste. Claro, en la práctica la mayoría de la gente busca sólo el dato para usarlo como supuesto para determinar su nivel de consumo e inversión. Los economistas sí tienen algo que decir. Pero es importante interpretar lo que dicen. Lo primero es que los economistas están contentos en verano y esto influye en sus predicciones. Mirando hacia atrás, el crecimiento del año pasado fue bastante alto y harto mayor que el que esperaba el consenso desde mediados de 2010.

El crecimiento terminó siendo un punto y medio mayor y la inflación un punto más alta. Esto tiene su lado malo porque se equivocaron. Lo bueno es que no se nota mucho porque a medida que pasa el año quienes se dedican a este oficio van ajustando las proyecciones, las que terminan siendo casi perfectas. Y además ya a esa altura quién se va a acordar de lo que se dijo antes. Especialmente, porque la cabeza ya está mirando al futuro. Esto deja a los economistas muy contentos: sigue habiendo demanda por sus servicios. TAL VEZ sea por esta alegría que tendemos a predecir con demasiado optimismo a principios de año. En los datos, en general, se ve un sesgo a pensar que el crecimiento será mayor y que la inflación será más baja que lo que termina siendo.

Al chocar estas predicciones con la realidad, lamentablemente, el estado de ánimo va empeorando a medida que nos acercamos al invierno. ¿Cómo mantener controlada esta condición? Por el lado del usuario de las estimaciones es claro: ajustar a la baja el crecimiento y al alza la inflación. Para los propios economistas, tirar un cable a tierra y anclarse. Anclarse a un esquema disciplinado y estable de estimación. Primero, el esquema estructural o fundamental, que consiste en plantear un modelo teórico que contenga un sistema de ecuaciones que describa la evolución de la economía. Un modelo que incluye demanda y oferta agregada, nivel de precios, tasas, tipo de cambio y otras, que se determinan simultáneamente.

Los coeficientes de las variables en cada ecuación se pueden estimar de varias maneras o imponerse a partir de rangos razonables que se derivan de la misma teoría. La ventaja de este método es que las predicciones son todas consistentes entre ellas y que se puede entender completamente el por qué de éstas. La segunda forma que se utiliza para realizar las estimaciones es el método estadístico. En éste cada variable o un grupo pequeño de ellas se estiman basadas en la evolución pasada de las mismas. Este tipo tiene la ventaja de que las proyecciones se ajustan automáticamente a los cambios en el contexto y a los errores de predicción incurridos.

Es útil, además, porque es mucho más simple y deja que los datos hablen. De hecho se basa completamente en el mensaje de los datos. La desventaja, claro, es que no se entiende de dónde vienen las predicciones y que, incluso, la estimación de una variable no necesariamente es consistente con la otra. La tercera forma es la intuición, cosa que puede servir mucho cuando las cosas parecen no estar siguiendo los patrones normales. Pero lo malo es que nos hace caer en la trampa de los miedos y del entusiasmo sobredimensionados. Siguiendo los preceptos de Smith, muchos economistas se especializan sólo en una de las clases de modelos.

Esto hace que algunos sean muy lentos en reaccionar, que otros no puedan explicar sus predicciones, que algunos las cambien bruscamente ante cualquier modificación en el escenario y, finalmente, que otros simplemente sigan al consenso y no aporten mucho valor. Es que interpretar las estimaciones es finalmente tan difícil como hacerlas.

Publicado en Pulso.

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