Supertanker y la manifestación de la desconfianza

27 de Enero 2017 Columnas Noticias

 “Hacer filantropía no es sencillo en Chile”. El diagnóstico de Lucy Ana Avilés, a partir de las dificultades que encontró en el aparato público para hacer efectivo la llegada del avión SuperTanker para combatir incendios, da luces sobre las dificultades que tiene el crecimiento de los aportes privados en el país.

Según estudios del Centro de Filantropía CEFIS UAI, existe la mayoritaria percepción en la  ciudadanía que las donaciones sociales de empresas y empresarios son bajas o muy bajas, percepción que se ve reflejada en los montos de las donaciones registradas ante el SII que representan un 0.12% del PIB.

¿A qué se debe este reducido desarrollo? Se suele mencionar la falta de motivación y compromiso social del mundo empresarial, pero surgen casos como los de Walton Avilés y datos que muestran un creciente número de fundaciones familiares destinadas a entregar donaciones o a desarrollar programas sociales. Se identifica también el sistema de incentivos tributarios como una barrera de entrada tanto para donantes como para beneficiarios, que deben entender cómo actuar entre una decena de legislaciones, heterogéneas y poco coordinadas.

Junto a estas razones, la explicación debe considerar también el factor confianza. Por una parte, la manifestación de una desconfianza pública hacia el aporte privado filantrópico, que tiene varios antecedentes: Douglas Tompkins, en los años 90 cuando iniciaba sus iniciativas de conservación; Leonardo Farkas y sus supuestas intenciones presidenciales, y ahora los Walton Avilés y, las dudas sobre el avión cisterna.

Por otra parte, en Chile los índices de confianza social interpersonal y hacia instituciones son muy bajos. El estudio Society at a Glance (2016) muestra que si el promedio de la confianza entre personas de la OCDE es 36%, y en los países nórdicos 60%, en Chile es apenas del 13%. Una cifra preocupante debido al efecto que tiene la confianza en cohesión social, bienestar y desarrollo económico.

En Estados Unidos, donde las donaciones representan el 2% del PIB, el reconocimiento público y la emulación colectiva constituyen ejes importantes de un ecosistema que incita a una práctica transversal de donar. Han fortalecido esta tradición, líderes empresariales como Andrew Carnegie en el siglo XIX, y Bill Gates y Warren Buffett en el siglo XXI donando su fortuna en vida e impulsando a otros empresarios a asumir el mismo compromiso filantrópico.

A nivel local, en cambio, la tendencia al anonimato ha sido una constante entre donantes de alto patrimonio. El fenómeno tiene raíces históricas y religiosas pero también relación con la idiosincrasia local.  En Chile, el ejercicio público de la filantropía llama la atención al patrimonio personal y despierta envidia y desconfianza, señala un estudio de Harvard University (2015): “Más aún, existe una cierta sospecha que la filantropía se utilice para beneficio personal y no para el bien general”.

Crear confianza requiere esfuerzos en transparencia y medición de efectividad de las donaciones. Junto con ello, estos dramáticos incendios nos recuerdan que la dimensión y complejidad de los desafíos actuales exigen una disposición a colaborar entre los distintos actores. Sin duda, los aportes privados no reemplazan la responsabilidad ni la capacidad del Estado de atender estos desafíos. Con todo, las fundaciones tienen la capacidad de movilizar recursos ágilmente antes las emergencias y abrir espacios de cooperación que permitan ir reconstruyendo confianza social.

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