Schumpeter viaja en taxi

7 de Abril 2016 Noticias

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Revista Qué Pasa

Las protestas de los taxistas de París contra los servicios de transporte por aplicaciones para smartphones ilustran aquello que el austriaco Joseph Schumpeter llamó “destrucción creativa”, sin la cual no hay innovación.

París, 3 de diciembre de 2013, 7.30 AM. El termómetro marca -2 C°. Es imposible encontrar un taxi. Están en huelga. En pie de guerra contra los llamados VTC, “vehículos de turismo con chofer”.

Gracias a los smartphones, los VTC han irrumpido con fuerza. Empresas como la norteamericana Uber o las  francesas  LeCab, Allocab o SnapCar tienen una flota de 3.000 vehículos contra 18.000 taxis tradicionales en la capital gala. Y el potencial de crecimiento es grande. En Londres, hay 40.000 VTC y 20.000 taxis.

Las ganancias para el consumidor parecen claras. La ecuación es simple. Más por menos. Tiempos de espera mucho menores,  chofer privado, un auto de categoría, wifi y hasta un iPad a bordo. Todo a un precio más conveniente y que se fija al contratar el servicio con un simple clic.

Para los taxistas se trata de una amenaza competitiva que los ha tenido movilizados durante todo 2014. Los nuevos entrantes están captando parte de sus rentas. Y no son pocas. No por nada un taxista solía pagar 250.000 euros por el exclusivo derecho a operar en París. Un costo que naturalmente se traspasaba al taxímetro.

El caso ilustra eso que el economista austriaco Joseph Schumpeter llamó destrucción creativa. Un proceso sin el cual no puede haber innovación. Y, a la larga, tampoco crecimiento económico.

Las nuevas tecnologías son capaces de generar mercados otrora impensables a causa de asimetrías de información. La caída de este muro es el caldo de cultivo para la innovación y el emprendimiento. Y con ello, para una mayor competencia. Siempre que la regulación la facilite. Lamentablemente no siempre es así.

En diciembre de 2013, ante una audiencia de emprendedores web, el ministro de Recuperación Productiva de Francia, Arnaud Montebourg, señalaba: “Les decimos que ustedes pueden ganar dinero, que pueden ser innovadores, que pueden inventar nuevas tecnologías, pero cuidado con destruir empresas”.

Sus palabras grafican la tensión política que emerge del proceso schumpeteriano. Uno que siempre tendrá ganadores y perdedores. Y éstos últimos, los incumbentes, harán lobby. El riesgo de captura es real. 

Luego de la huelga de diciembre, el gobierno francés prohibió a los VTC recoger a sus pasajeros antes de 15 minutos. Una estocada a su ventaja competitiva. Dos meses más tarde, el Consejo de Estado revirtió la medida por atentar contra la libertad de emprendimiento y la competencia. Schumpeter sonreía. Pero no por mucho tiempo. Hoy los permisos para VTC se encuentran congelados.

Este riesgo regulatorio existe en todas las latitudes. Un caso célebre es el del lobby hotelero de Nueva York contra Airbnb, plataforma web en que las personas arriendan sus hogares para fines turísticos. No cabe duda que el servicio promueve un uso más eficiente de los recursos inmobiliarios ociosos. También una ganancia para sus dueños que hoy pueden rentabilizar lo que antaño era un costo hundido. Pero  eso que los economistas llamamos eficiencia, otros lo llaman amenaza. En 2010 una ley prohibió a los neoyorkinos alquilar sus residencias por menos de 30 días.

Han pasado sólo 6 meses desde la huelga de taxis de diciembre en París. Entre tanto, el valor de los derechos de taxi ha caído 20%. Pérdida patrimonial para los incumbentes, ganancia para los consumidores. ¿Una muestra del inexorable proceso schumpeteriano? Sin duda. Aunque su real alcance y velocidad seguirá dependiendo de que el regulador esté a la altura.

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