¿Quedó más rosado nuestro Congreso?

24 de Noviembre 2017 Columnas

En estas elecciones, voté sólo por una mujer y ella era candidata a consejera regional. Tenía la posibilidad de hacerlo por las dos que aspiraban a la Presidencia de la República y también por las 412 que postularon al Congreso Nacional. Hubo muchas mujeres como alternativas electorales, porque el número total de candidatas fue cuatro veces mayor que el de las elecciones de 2013. El debut masivo de candidatas era la novedad de estas elecciones, junto a la reintroducción del sistema proporcional en las parlamentarias. La reforma electoral del año 2015 inauguró una cuota de género entre el total de candidaturas a diputados o senadores inscritas por los partidos políticos o los pactos electorales: ni los candidatos hombres ni las candidatas mujeres podían superar el 60%. Además, las candidatas venían apoyadas financieramente por el erario público, porque los partidos recibirían 500 UF por cada una de las que fueran electas. El objetivo político era asegurar una proporción equitativa entre los sexos hasta las elecciones parlamentarias del año 2029. Para entonces, la ley inexorablemente habrá provocado un aumento graudal de las mujeres en la política parlamentaria. Chile sería un país con procesos electorales equitativos.

En total fueron inscritas 2.750 candidaturas para las elecciones del domingo, de las cuales 900 fueron mujeres (32,7%). Lo novedoso es la cifra de las candidatas al Congreso: 40,9% para la elección de senadores y un 41,4% inscritas para la elección de diputados. ¿Se cumplió la ley con candidatas poco competitivas? El resultado electoral responde lo contrario. Ellas serán el 23% del nuevo Senado y ocuparán el 22,5% de los escaños en la Cámara de Diputados. Un aumento de dos a seis mujeres senadoras respecto del año 2005 y de 18 a 35 diputadas.

¿Más mujeres en nuestro Congreso significará una transformación política en términos igualitarios? No necesariamente, al menos mientras los partidos políticos den orden de voto a sus miembros. La ley de cuotas tuvo como premisa que las senadoras y diputadas aportaran una perspectiva de género diferente, enriquecedora de la política. Sin embargo, si responden a principios asumidos por los partidos políticos que posibilitaron su elección, no es relevante si nuestros representantes son hombres o mujeres, sino las ideas y proyectos políticos que defienden. Para el sistema de partidos, continúa importando la suma de parlamentarios que obtienen cada uno o su alianza política. Y para el electorado no importa el sexo de por quién votamos si creemos defenderá los derechos y espectativas a los cuales aspiramos. El peligro es que la reivindicación de una cuota de género ensombrece en un plano secundario la capacidad de cualquier sexo por mejorar nuestra comunidad política.

Publicado en El Líbero.

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