Perder con Guillier

15 de Julio 2017 Columnas

La candidatura de Guillier se desangra. Las encuestas muestran que su apoyo ha caído a menos de la mitad, desde enero a la fecha. No hay entusiasmo. No hay ganas. No hay esperanzas.

Quienes lo proclamaron hoy se preguntan por qué lo hicieron, y se dan cuenta de que -como decía el comediante Groucho Marx- en política y en el matrimonio se generan extraños compañeros de cama. La falta de expectativas de triunfo frente a una candidatura sólida de Piñera, la imposibilidad de lograr consensos en una coalición que aún sin la DC carece de mínimos comunes, el bajo apoyo del Gobierno y, fundamentalmente, la poca destreza política del candidato configuran un negro panorama futuro.

Faltan solo cuatro meses para las elecciones y no hay nada. Se ha intentado dar carácter de epopeya a juntar 33 mil firmas, algo que candidaturas testimoniales como la de José Antonio Kast ya lograron hace bastante tiempo. No solo no hay generalísimo, hay pocas ideas y -lo que es peor- cada vez menos lealtad. Girardi lo trató de “castigo” y ayer, Andrade lo llamó a dejar las “pendejerías” y a transformarse en candidato. Guillier, por su parte -como esas amantes despechadas-, recrimina que se busquen a otro o veladamente amenaza con partir.

Maquiavelo decía que un político puede acceder al poder por las virtudes propias o por la fortuna. Ambos son caminos posibles, pero tienen una gran diferencia: la fortuna es voluble, no depende de uno y puede cambiar rápidamente el curso de las cosas.

Si Guillier tuvo chance de convertirse en Presidente, era básicamente por la fortuna. Su virtud política era más bien modesta. A partir del año pasado, súbitamente (como siempre ocurre con la suerte) se le “empezaron a dar las cosas”. Era un político no contaminado, una cara amable, un periodista creíble. Así, las mismas encuestas que hoy denuesta fueron las que llevaron a Guillier a ser el candidato.

Hoy, las cosas han cambiado. Y si bien el “político virtuoso” que cae se puede volver a poner de pie, el “político afortunado” que cae lo hace, casi siempre, en forma definitiva. La caída de Guillier, entonces, parece ser irreversible.

Así, cada vez son más en la Nueva Mayoría los que consideran que haber desperdiciado a Lagos fue un error. Era el único que podría haber aglutinado a la coalición oficialista bajo una sola candidatura y era el único que podría haber perdido ordenadamente. Porque es claro que en política hay que tener estrategia para ganar, pero también para perder.

Pero Lagos ya no es posible. No hay procesión a Caleu que valga. Tras haber sufrido la traición de los suyos, ha recobrado su honra al ver el escenario actual. Su propuesta se enaltece hoy y así se lo hacen ver en su entorno. Pero ya no hay vuelta atrás. Lagos no está dispuesto a someterse nuevamente a una aventura que no tiene visos de éxito. Y en especial, si en su espalda todavía gotea la sangre del hacha socialista.

Algunos están tratando de hacer algo de última hora. En especial si se recuerda que hace justo cuatro años, un 19 de julio, Evelyn Matthei asumió la candidatura de la Alianza. Una candidatura condenada a perder, pero que ordenó al sector (si la Alianza hubiera perdido con Golborne, sus efectos habrían sido infinitamente peores). Ahí está la opción de Carlos Montes o del propio Girardi. Cualquiera puede ser mejor que perder con Guillier. Pero ya parece ser demasiado tarde.

Si Piñera gana las elecciones, como todo parece indicar, las circunstancias para la Nueva Mayoría serán bastante disímiles a su anterior derrota. En aquella ocasión, la travesía del desierto tenía a Bachelet como tierra prometida, lo que terminó ordenando rápidamente al sector. Ahora, sin embargo, una derrota de la Nueva Mayoría podría generar una debacle, que se vendría a sumar paradójicamente a las debacles de las sociales democracias de muchos países del mundo.

Un famoso escritor portugués decía que, a diferencia de la victoria, la derrota tenía algo bueno: nunca es definitiva. Perder con Guillier, sin embargo, puede convertirse en una pesadilla para la Nueva Mayoría que, si no es definitiva, puede durar mucho tiempo…

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