Papelón mundial

20 de Enero 2018 Columnas

¿Qué se le pasó por la cabeza al afamado economista Paul Romer cuando dio la entrevista al Wall Street Journal? ¿Por qué dijo que las modificaciones en los métodos del ranking Doing Business tenían “la apariencia de haber sido motivadas políticamente?”. Y, lo más importante, ¿por qué habló de Chile?
Nunca lo sabremos.
Lo que es claro, es que en poco tiempo desató un 8.8 Richter. Inesperadamente Chile se puso en la primera plana del concierto mundial. Se había modificado la metodología de un ranking del Banco Mundial simplemente para perjudicar a nuestro país. Una conclusión absurda, de una declaración absurda, que generó una reacción todavía más absurda.
Como era esperable, el propio Banco Mundial desestimó las acusaciones con una rápida declaración, señalando lo obvio: que los cambios de metodología se aplicaron a todos los países por igual, calificando las declaraciones de Romer como “desafortunadas”.
Pero en Chile la cosa ya estaba desatada.
Súbitamente, un gobierno que jamás mostró preocupaciones por los rankings , que desatendió las bajas en las clasificaciones de riesgo y que mostró -desde su instalación- exiguo interés en el ámbito económico, levantó las banderas de la victimización. Y en vez de pedir explicaciones mesuradamente, algún analista del segundo piso vislumbró que el incidente contribuiría a mejorar el legado.
El ministro Rodríguez Grossi llevó el estandarte: “Se da la curiosidad de que el jefe de la oficina que hacía este índice es chileno, y por lo tanto la misma sospecha que él insinúa es de carácter político, de que habría sido cambiado siendo incorporadas variables mirando a Chile, más que mirando al conjunto de los países del mundo”. No solo confundió la nacionalidad del boliviano Augusto López-Claros, sino que dio a entender -en un claro signo de provincianismo- que se manipuló el mundo para perjudicar a Chile. Pero no fue suficiente. Más tarde la calificó de “inmoralidad pocas veces vista”, de “escándalo” y de “estafa”.
Pero hay más. El ministro Eyzaguirre señaló: “Solo puedo decir que el ahora Mandatario electo enfocó sus ataques contra los supuestos malos resultados del gobierno en la economía, y en particular contra mi persona”, en lo que fue el inicio de una maniobra política para culpar a Piñera. Mal que mal, las huellas estaban claras: Felipe Larraín forma parte de un comité asesor del índice y Cristián Larroulet dicen que es amigo de López-Claros.
Sin duda, pruebas suficientes para mostrar que fueron parte del complot.
La fantasía fue refrendada por varios. Tal como decía Antonio Machado, “después de la verdad nada hay tan bello como la ficción”. Así, la senadora electa Yasna Provoste, en su Twitter, señaló: “La complicidad del Banco Mundial con la candidatura de derecha de Piñera quedó al descubierto…. BM al servicio de la derecha!!”. Sí, eso fue dicho por una senadora. De un partido moderado y de centro.
Otros fueron más allá, y buscaron justificar con esto todas las malas cifras económicas que deja el actual gobierno. Total, si un índice estaba manipulado, todos los demás podrían estarlo. Por eso es que la diputada Camila Vallejo señaló: “Han perjudicado deliberadamente al Gobierno de la NM en favor de Sebastián Piñera. Esto es GRAVE y demuestra algo que ya sospechábamos: el supuesto decaimiento empresarial no era tal”.
Y así casi todos en la Nueva Mayoría.
Mientras tanto, en Washington, Romer se dio una voltereta mundial, señalando que cambiaron los métodos del índice por “razones sólidas” y que las modificaciones “fueron cuidadosamente consideradas”. Como autocrítica, advirtió que cuando estos cambios fueron implementados “podríamos haber explicado más claramente”.
Paul Romer no es cualquier economista. Es uno de los más connotados. Es considerado por la revista Time una de las 25 personas más influyentes de Estados Unidos y es permanente candidato al Nobel. Pero algo en su cabeza no está funcionando bien. Y sin duda, algo en el Banco Mundial no está funcionando bien. O sus conflictos internos simplemente se desbordaron.
Hacia el futuro obviamente cabe esperar que el banco haga más transparentes los procesos de selección, compilación y modificación de sus índices.
Pero lo sucedido debe dejar una lección en Chile.
O más de una.
En primer lugar, recordar a aquel viejo economista que señaló que “los rankings y las salchichas es mejor no saber cómo se hacen”. En segundo lugar, que no somos tan importantes a nivel mundial: Ni nuestra canción nacional ganó un concurso, ni nuestra bandera es la más bella, ni el mundo quiere perjudicarnos. Y en tercer lugar, lo más importante, que las cosas de Estado deben ser manejadas con más serenidad. De hecho, si existiera un ranking de “Doing policies”, después del episodio, habríamos bajado varios lugares.

Publicado en El Mercurio.

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