Manuel José Ossandón ha recibido una verdadera capotera intelectual por reconocer que en algunas materias de crucial importancia -como el Acuerdo de París sobre compromisos de mitigación del cambio climático- no sabe nada. Los ingeniosos le pusieron Manuel “No Sé” Ossandón.
En los sectores más ilustrados de la población, la ignorancia que ha demostrado el senador santiaguino se considera inexcusable al menos para aspirar a la primera magistratura de la nación.
Ossandón se defiende argumentando que los presidentes no necesitan ser expertos en todo. Tiene razón. En ese sentido, la vara que deja Piñera es alta. Más allá de los clichés y los lugares comunes de su predilección, Piñera se maneja en todos los temas de estado como pez en el agua. Pero eso no garantiza -por sí mismo- una buena presidencia. No seré experto dice Ossandón, pero por lo menos soy honesto. Esa es la carta que usa para equilibrar las cosas con el ex presidente.
En cualquier caso, el bullying de redes sociales y medios de comunicación puede constituir una oportunidad para Ossandón. El caso Trump está fresco en la memoria: el actual presidente estadounidense ganó contra la corriente de la elite cultural e intelectual de su país, la cual no podía comprender cómo un hombre de una mente tan tosca fuera capaz de convocar tantas voluntades.
Pero resulta que aquellas voluntades no estaban buscando un referente ilustrado sino al portavoz de un par de ideas básicas. “Me gusta Trump porque dice las cosas como son”, decían sus partidarios.
“Denuncia al establishment de Washington”, decían otros. El Ossandonismo baila el mismo compás. Como buen heredero de Carlos Larrain, Ossandón se jacta de su estilo campechano frontal -como si hubiese que disculparle ciertas expresiones por una consideración folclórica. Eso se traduce muchas veces en “decir las cosas como son”.
No porque las cosas sean realmente así, sino porque sortean las vallas de la corrección política. No hay un mérito intrínseco en aquello. Algunas cosas son políticamente incorrectas por buenas razones. El punto es que se trata de opiniones que existen y tienen arrastre en la ciudadanía.
Por eso, cada vez que nos reímos de su simpleza apatronada y su falta de estatura intelectual, Ossandón se anota un poroto. Cada vez que tiene que excusar su inexperiencia, se posiciona en una victimización conveniente en el clima político actual: mejor tonto que deshonesto.
El caso Trump está fresco en la memoria: el actual presidente estadounidense ganó contra la corriente de la elite cultural e intelectual de su país.