Las paradojas del crecimiento

3 de Julio 2017 Columnas

Hoy domingo es un día especial, muy especial. Hay que ir a votar y ver la final de fútbol. Es muy importante para Chile y, afortunadamente, ambos hitos no son excluyentes. Tanto el ciudadano sin obligaciones, como el vocal y el apoderado pueden cumplir con su obligación cívica y también vibrar con el fútbol. Como se ha repetido hasta el cansancio, hay mucho en juego.

Bernardo Larraín, el nuevo y flamante presidente de la Sofofa, se refirió con asertividad a los tres grandes mitos de la Nueva Mayoría: “El primer mito derribado, que más impuesto a las empresas implicaba mayor recaudación. El segundo, que la desigualdad en Chile se ha mantenido inalterada a pesar del crecimiento. Tercer mito: que el crecimiento y el gasto público focalizado no eran políticas públicas adecuadas para reducir la desigualdad”. Su juicio fue asertivo e indesmentible. Y si agregamos las consecuencias de la reforma educacional y de la reforma laboral, el creciente déficit fiscal, las dudas respecto del riesgo país, la recaudación adelantada que generó el “futazo” -ese mecanismo diseñado para limpiar el eliminado FUT histórico acumulado-, la situación es aún más desastrosa. Chile, de cara al verdadero progreso, se enfrenta a un dilema histórico.

Desde un comienzo, Bachelet y gran parte de la Nueva Mayoría despreciaron o al menos ignoraron la importancia del crecimiento económico. Y la consecuencia más inmediata está a la vista. En los tres primeros años del gobierno de Bachelet sólo se crearon 335.000 empleos, de los cuales casi un 60% son informales. Recordemos que en su campaña presidencial Piñera prometió crear un millón de empleos en su gobierno. Muchos no le creímos y algunos incluso pretendieron bajar esa cifra a 200.000 por año. Pero Piñera mantuvo su promesa y la meta se cumplió. En los primeros tres años de su gobierno se crearon 816.000 empleos, de los cuales el 80% eran formales. En resumen, el bajo crecimiento ha creado pocos y peores empleos.

Y aunque parezca majadero, conviene seguir hablando del crecimiento. Durante este gobierno, el Banco Central, el FMI e incluso la Cepal persistentemente sobreestimaron nuestro crecimiento económico. La porfiada realidad una y otra vez corrigió las proyecciones a la baja. Pero el gobierno le ha echado la culpa al empedrado. En efecto, la situación internacional y el bajo precio de los commodities serían los principales responsables de las magras cifras. Destacados economistas, con una reputación académica y técnica intachable, se han columpiado en el debate si las malas cifras se deben a factores externos o internos, inclinándose por lo externo. Pero veamos las cifras de crecimiento económico en los dos últimos gobiernos:

Aunque los estrategas de la Nueva Mayoría insistieron hasta el cansancio en que Piñera iba con viento a favor y Bachelet enfrentaba viento externo en contra, al ver las cifras salta a la vista una paradoja. En efecto, durante cada uno de los cuatro años del gobierno de Piñera el crecimiento de Chile fue mayor al del mundo. Y en cambio, durante cada año del gobierno de Bachelet, el crecimiento del mundo fue mayor al de Chile. El sentido común nos indica que responsabilizar al mundo de nuestro crecimiento no parece ser consistente con las cifras. Y tampoco con la realidad. Hoy, tenemos una depresión endógena, no exógena.

Peor aún, si somos rigurosos y descontamos el crecimiento demográfico de Chile podemos decir con toda propiedad que durante el gobierno de Bachelet el crecimiento económico per cápita será casi nulo. En resumen, en el gobierno de Bachelet hemos vivido una depresión económica endógena que nos ha mantenido estancados y sin crecer.

Pero el casi nulo crecimiento económico contrasta con la ampliación de las ideas. En efecto, el contenido y las consecuencias de las grandes reformas de Bachelet han influido en el crecimiento de las ideas. Si en nuestro sector durante los 80 y los 90 primaba la maximización de las utilidades y muchos fenómenos se explicaban casi sólo en base al equilibrio de la oferta y la demanda, las cosas han ido cambiando. Y es precisamente durante el gobierno de Bachelet donde la derecha ha vivido una sana y necesaria efervescencia en el mundo de las ideas. Este fenómeno, vale la pena reiterarlo, es bastante inusual en nuestra historia reciente. Pero hoy es una realidad alentadora.

Por ejemplo, ya no es solo el CEP y Libertad y Desarrollo. Sólo basta ver los nuevos y pujantes think tanks y centros de estudios que han surgido en los últimos años (FPP, IES, Horizontal, por mencionar algunos). Basta ver también el interés de los jóvenes estudiantes por las ideas. Y también leer el resultado intelectual de esa invitación a pensar el país que se plasmó en un libro titulado La mayoría de las ideas. De la retroexcavadora al manifiesto republicano,

una iniciativa liderada por Andrés Allamand, Hernán Larraín y Joaquín García-Huidobro. Para qué hablar de Evópoli, un nuevo partido que ha promovido ideas liberales y que ya se constituye como un refrescante pulmón liberal. Todo esto son buenas señales e importantes logros para el futuro de nuestro sector.

Curiosamente, el reciente interés por las ideas liberales es en parte consecuencia del gobierno de Bachelet. Con esta cuota de optimismo respecto del futuro, ¡vamos a votar y a disfrutar la final!

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