La política y el mundo virtual

18 de Agosto 2017 Columnas

Max Colodro señaló hace días que había llegado el fin de la era de los equilibrios, donde la izquierda mantuvo el modelo económico liberal en la medida que gobernó. Cuando la derecha ganó, las reglas cambiaron y comenzó el momento de la “retroexcavadora”. La manera de gobernar se volvió menos pragmática y más ideológica. Las antiguas divisiones entre “el pueblo” y “los hijos de la dictadura” se volvieron a instalar en el discurso.

Las cosas se han vuelto extrañas. Mientras a nivel mundial se condena la situación en Venezuela, sometida a la dictadura de un grupo que tiene secuestrado al país, el PC sigue manifestando que Chile no debe ser “injerencista” y donde el pueblo (los que no hayan emigrado y se las arreglen con la carencia de comida y medicinas) debe llegar al “diálogo”. Como tapar el sol con un dedo. Pareciéramos vivir en mundos distintos.

Una parte importante de lo que ocurre tiene que ver con la forma en que la política ha sido influida por las redes sociales. Éstas le han dado cuerpo al ciudadano de la calle y le han dado poder para influir en las políticas públicas y las opiniones de los políticos. Cualquier iniciativa que la autoridad tome es medida contra la reacción de la ciudadanía de manera instantánea, y se modifica lo que sea necesario para contar con el beneplácito de las masas.

Este diálogo virtual ha democratizado la participación e instalado nuevos patrones de relacionarnos. Mostrarse vulnerable, empático, sensible, tan humano como todos, es un valor. Los poderosos, los políticos, los empresarios, los ricos son objeto de crítica y desconfianza.

Todos queremos un país mejor, más justo. Los políticos y gobernantes buscan capturar estos anhelos y responder a ellos cambiando sus discursos y generando proyectos que no se sabe cómo podrán materializarse. Quedarse sólo en el noble principio inspirador no es suficiente para generar madurez social. Progresar requiere tanto de proyectos cuya intención sea buena como de planes realistas para concretarlos. Discutir sobre los cómo con todos los actores. Así la sociedad puede votar por programas y no por “salvadores”, y luego exigir que estos programas se cumplan.

Nadie nos salvará, sino nosotros mismos. La sociedad chilena tiene aspiraciones y capacidades para construir soluciones. Sólo tenemos que crear inteligencia colectiva para juntos enfrentar los problemas del hoy.

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