La Izquierda cavernaria

7 de Octubre 2017 Columnas

Vargas Llosa pasó por Chile. Vino a apoyar a su amigo Sebastián Piñera, y sin querer -o sin darse cuenta- les lanzó una bomba a sus propios amigos, a propósito de la votación de la derecha en el proyecto de tres causales de aborto.

El premio Nobel tiene razón. La votación de la derecha fue cavernaria. Y lo que es peor: ni siquiera existieron los mínimos matices entre sus miembros. Tal como ha ocurrido en casi todos los temas “valóricos”. Todos juntos, todos atrincherados. Haciendo frente al enemigo común. A la inmoralidad y al pecado. Como en la novela “La Guerra del fin del mundo”, del propio Vargas Llosa.

Pero la derecha no es la única cavernaria que deambula por el país. Y así como el cavernarismo de la derecha está en su ultraconservadurismo moral (y en ciertas ocasiones, en el clasismo social), en la izquierda chilena y en la izquierda mundial es cada vez más mayoritario el cavernarismo. En los más diversos ámbitos.

En la famosa “Alegoría de la caverna”, Platón da cuenta cómo las personas están convencidas de realidades que no son más que verdades aparentes. Se trata simplemente de figuras proyectadas que ven prisioneros amarrados en el fondo de una caverna. Pero -dice Platón- si alguien lograra desatarse y salir de la caverna, se daría cuenta de que las cosas son distintas.

La paradoja es que ello ocurrió en la izquierda. Caído el muro de Berlín, cayó la vieja utopía de crear una sociedad nueva y un hombre nuevo. Un lugar donde no existan las clases sociales ni la división del trabajo. Donde cada uno podría “cazar en la mañana, pescar después de comer, criar ganado al atardecer y criticar a la hora de la cena, sin necesidad de convertirse en cazador, ni en pescador, ni en pastor ni en crítico”, como decía Marx.

Esa utopía que no solo no ocurrió en ninguna parte, sino que fue la excusa para crear totalitarismos brutales, donde la escasez de libertad y la abundancia de hambre formaron parte del factor común en todos los lugares que existió.

Así fue cómo surgió la socialdemocracia. Aquellos que habían salido de la caverna vislumbrando que el muro caería. Aquellos que se dieron cuenta de que las banderas de la preocupación social podían convivir con la libertad y el mercado. Fue la izquierda democrática y liberal. La izquierda de Tony Blair, de Felipe González, de Ricardo Lagos.

Paradójicamente, esa izquierda está desapareciendo. Los resultados electorales así lo muestran. En los últimos años así ha ocurrido en Grecia, en Holanda, en España, en Francia y, recientemente, en Alemania. Electoralmente han sido muy castigados los sectores moderados en pos de la izquierda tradicional… y cavernaria. La izquierda que no cree en la democracia. Que no cree en la libertad. Que no cree en la tolerancia. Que cree en la “lucha de clases” y que tiene secuestrada la palabra “progresismo”.

Esa izquierda cavernaria tiene la creencia de que las fuerzas del mercado se pueden aplacar y reemplazar, de que las personas deben anestesiar su interés propio de surgir, consumir y divertirse. Tienen la fe en que la asamblea o el Estado puede resolverlo todo.

Parte de eso hemos visto en la campaña. Desde luego, en los candidatos Navarro y Artés. Pero también en Beatriz Sánchez y en Marco Enríquez, aunque en este último, caso con grandes agregados de populismo. El caso de Guillier ha sido más difuso. Su discurso ha sido ambivalente. Ha jugado desde adentro y desde fuera de la caverna. Ha dicho cosas sensatas y cosas cavernarias muy de la mano con el rol que ha tenido el Partido Comunista en su campaña. Basta recordar, por ejemplo, la perorata en contra de “las fuerzas voraces de las transnacionales que explotan a nuestra gente”.

Es un hecho que los sectores moderados de izquierda empiezan a desaparecer. Y tal como predice Platón, quienes vuelvan a la caverna a tratar de desatar a quienes están ahí adentro, probablemente serán asesinados. Tal como les está ocurriendo a los grandes próceres de la tercera vía. Tal como le ocurrió a Ricardo Lagos hace pocos meses. Y como probablemente ocurrirá en Chile después de la elección presidencial con los que van quedando.

En efecto, pocos dudan de que la elección del próximo mes será ganada por Sebastián Piñera. Si ello ocurre, es claro que la izquierda vivirá un proceso muy doloroso y largo. Y la solución, tal como está aconteciendo en el mundo, probablemente será “volver a las raíces” y meterse más al fondo en la caverna. Pareciera ser que -como dice una canción de Serrat- “ellos no se han enterado que Carlos Marx está muerto y enterrado”.

Publicado en El Mercurio.

Contenido relacionado

Redes Sociales

Instagram