Harmony Lane

4 de Enero 2017 Columnas Noticias

Harmony Lane, el último disco de estudio de Manuel García, es una muy bienvenida mezcla de estilos y tradiciones musicales. Grabado íntegramente en Estados Unidos, el álbum recoge trece canciones de García más un tema instrumental ejecutado por el guitarrista norteamericano Craig Thatcher. En todas ellas se aprecia un detallado y cuidado proceso de construcción musical y rítmica, a lo que se le suman letras muy bien elaboradas que narran historias, amores y homenajes.

De García podrían decirse muchas cosas: que sus primeras composiciones como solistas están algo acéticamente en la línea de Silvio Rodríguez; que algunos de sus discos mezclan gustos musicales de forma indiscriminada. Sin embargo nadie podría decir que estamos frente a un músico estático, que no avanza, que no descubre nuevos sonidos y estilos. En Harmony Lane tenemos, en efecto, un arsenal de influencias que, por muy eclécticas que ellas sean, dan al disco una claridad difícil de encontrar.

El álbum comienza con “La voz del trueno”, cuya guitarra inicial y temática general recuerdan al Johnny Cash de “The man comes around”. Resalta también “Sobre los campos”, una composición de estilo country (con guitarras que suenan similares al Dylan de Modern Times) y que tiene una letra profundamente política. Uno de los párrafos dice: “Si tú te sientas tan cerca de mí/el rojo invade todo lo que digo/te veo entonces dentro de la escena/ del comunismo como última escena”. Distinto es el caso de “Camino a casa”: su estribillo y coro recogen baterías y guitarras que García perfectamente podría haber compuesto durante su paso por Mecánica Popular, la banda que lo lanzó a la fama.

Pero lo mejor del disco no llega sino hasta el tema siete. “De nombre Violeta” es una melodía en honor a Violeta Parra y que hace alusión a muchas cuestiones relacionadas con la cantante chilena: poesía, banderitas de papel de diario Chabela y Ángel Parra, diecisiete años arpilleras, mar y cordillera. Un homenaje particularmente atíngeme ahora que estamos a semanas de que se cumplan cincuenta años de la muerte de Violeta y a meses de su centenario. 2017 será, todos sabemos, el año de Violeta Parra, y esta canción es un tributo justo y equilibrado para quien fuera una de las artistas más relevantes del siglo XX chileno.

Las canciones de este disco son poemas que mezclan algo de surrealismo (como en “Venga la vida”) con letras hiperrealistas (“El Rancho” dice: “tú sabes que tengo manos/para sembrar y pintar/tú sabes que tengo manos/con callos de trabajar”). Todas ellas, no obstante, hablan de un músico maduro que no conoce la comodidad del éxito, logrando a su vez una de las grandes aspiraciones de cualquier artista: la imposibilidad de etiquetarlo en una corriente musical unívoca.

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