En todas las elecciones hay historias épicas de candidatos chicos que se hacen grandes. Sorpresas que nos recuerdan que, como en el fútbol, los partidos hay que jugarlos y no siempre ganan los favoritos. No tiene mucha gracia ser Lavín y ganar en Las Condes. Pero sí tiene gracia lo que hizo Jorge Sharp en Valparaíso, Cathy Barriga en Maipú, René de La Vega en Conchalí e incluso Felipe Alessandri en Santiago. Son todos casos distintos pero tienen algo en común: ejemplifican el triunfo de la atrevimiento por sobre el conservadurismo de los pronósticos.
Partamos por Sharp. Mientras los medios se preguntaban si la Nueva Mayoría podría arrebatarle la alcaldía a la derecha, el joven Sharp se impuso en una primaria ciudadana y fue silenciosamente construyendo una base de apoyo heterogénea y extendida. Es también la prueba más concreta de que la alianza Jackson-Boric puede rendir frutos electorales.
Barriga y De La Vega han sido a veces cuestionados por venir del mundo del espectáculo y de la farándula.
Es un cuestionamiento que peca de cierto elitismo y revela ignorancia respecto de la historia de vida de ambos.
Es probable que Cathy Barriga no haya llegado a ser alcaldesa de la populosa Maipú sin los contactos políticos de los Lavín, pero el suyo es un relato de esfuerzo, perseverancia y vocación de servicio. Lo mismo puede decirse de René De La Vega incansable estudiante de la vida y constructor de sueños. No sabemos si Conchalí tendrá un buen o mal alcalde, pero sabemos que tendrá uno incansable.
El otro incansable es Alessandri flamante vencedor en Santiago. Si bien es cierto que el apellido ayuda -pocos nombres tienen tanta historia en el Chile republicano- no hay que olvidar que su coalición no tenía muchas ganas de darle la pasada. Como concejal, el joven Alessandri estaba pidiendo tiraje a la chimenea para pelear por el sillón edilicio. Y cumplió.
Dejó los pies en la calle y siendo un desconocido a nivel nacional le ganó a la alcaldesa más emblemática de la generación de oro concertacionista.
Bien por ellos. Se llevan triunfos poéticos. Ahora toca gobernar en prosa.