El desalojo 2.0

7 de Marzo 2016 Noticias

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Dicen que el incombustible Andrés Allamand está pensando seriamente volver a dirigir Renovación Nacional –es un misterio que hay de renovador en ese partido, pero hace tiempo que los nombres dejaron de transmitir identidad. Es una apuesta importante, porque Allamand no se anda con chicas. Según el senador por Santiago Poniente, la derecha necesita “más carácter” en su rol opositor. Eso quiere decir más dureza en la crítica y más hambre por volver a La Moneda. Implica menos dinámica de acuerdos y búsqueda de consensos. En otras palabras, Allamand quiere reeditar la narrativa política del desalojo, la tesis que expuso en 2007 en un libro con el mismo nombre y que buscaba inspirar la entonces candidatura presidencial de Sebastián Piñera.

Allamand está convencido que la actitud “desalojante” fue clave en aquella histórica victoria. Sin embargo, es una teoría discutible. La campaña de Piñera se caracterizó por bajarle el tono a la confrontación directa. Su comando optó, en cambio, por una estrategia más amistosa y propositiva, imitando la lógica de la mítica campaña del NO en el plebiscito de 1988. Es probable, de hecho, que el candidato Piñera nunca se haya comprado del todo la idea de su viejo amigo.

Pero ahí está Allamand, otra vez proponiendo tomar el camino del enfrentamiento. Aunque a estas alturas, con un gobierno a patadas con el veinte por ciento en las encuestas, más que enfrentamiento parece bullying. En todo caso, no se advierte la ganancia: la nueva coalición Chile Vamos no cosecha ningún punto perdido por la Nueva Mayoría. Frente a los ojos de la mayoría ciudadana, políticos de izquierda y de derecha están igualmente deteriorados. Ponerse duro con el gobierno no es garantía de éxito. Por otra parte, si bien es cierto que la administración Bachelet merece varios coscachos –y los pide a gritos con frecuencia-, es dudoso que a Chile le convenga seguir emporcando el escenario. Todos pierden en el juego de tirarse basura con ventilador.

Allamand no siempre fue así. Hubo un tiempo, a mediados de los ochenta, en los cuales el joven Andrés dedicaba sus mejores esfuerzos a construir puentes en lugar de dinamitarlos. Su participación en el famoso Acuerdo Nacional contribuyó a tejer confianzas fundamentales que derivaron en un proceso que finalmente acabó con la dictadura. En los noventa fue figura clave de la transición. Se echa de menos a ese Allamand. El debate constitucional es el mejor ejemplo. La izquierda necesita voces autorizadas en la derecha con capacidad de generar entendimientos republicanos amplios. Pero no las encuentra. En cambio, Allamand se ha dedicado a denostar el proceso constituyente en marcha. Tiene sus legítimas razones. Sin embargo es una lástima: el país gana mucho más cuando sus mejores políticos piensan en sumar antes que en restar.

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