Cambio de Gabinete

7 de Septiembre 2017 Noticias

Por más eufemismos que se usaran, siempre fue claro que las ideas y proyecto representados por el exministro de Hacienda no tenían real eco dentro del círculo de poder presidencial. La llegada de Rodrigo Valdés no fue más que una necesidad imperiosa generada por el desastre de la reforma tributaria y la pérdida de confianza en las habilidades del ministro Arenas.

El problema es que Valdés intentó realmente hacer el trabajo y no se conformó, como el ministro Fernández, a ser mero arroz graneado. Su intento sincero de cuadrar las finanzas, contener el gasto y dar algún grado de coherencia a las reformas que se acumulaban unas sobre las otras, con tanta premura y fervor como falta de rigor técnico y voluntarismo, simplemente fueron demasiado para Michelle Bachelet. Ya en la tramitación de la reforma laboral era obvio que había incompatibilidades fuertes con el voluntarismo primero de Ximena Rincón y luego de Alejandra Krauss. La negociación acerca de la reforma previsional claramente fue el límite, teniendo que salir a comulgar con ruedas de carreta que nadie pudo, racionalmente, creer que realmente reflejaban el pensamiento de Rodrigo Valdés. Pero el rechazo de Dominga en condiciones que asemejaban una virtual emboscada fueron demasiado y marcó la rebelión final. Simplemente, el equipo económico completo no podía seguir tolerando y, más grave aún, avalando una situación así.

Su negativa, sancionada primero con la humillante quitada de piso de la Presidenta Bachelet y consolidada el miércoles 31, sólo terminó por sincerar algo que a estas alturas es perfectamente obvio. A Michelle Bachelet y su círculo de confianza, los números simplemente no les interesan. La propia Presidenta lo dijo explícitamente. En una situación así, es claro que el objetivo de todo su Gobierno fue imponer transformaciones que, más allá de ser deseadas o no por la sociedad, constituyen una firme e inamovible certeza. Bachelet está convencida que son buenas y más allá del enorme precio que representan en recursos, costo oportunidad, prestigio y simple confianza, está empeñada en llevarlas hasta el final.

En una escena así, esta es una palmaria lección de lo que representa el choque entre la mirada técnica y los mesianismos. A este gobierno le quedan alrededor de siete meses de plazo, pero el costo de recuperar lo perdido tomará años y quizás la mejor parte de una década, una dura pero importante lección de lo que ocurre cuando se gobierna con buenas intenciones, pero sin los pies firmemente en la tierra respecto a cómo consolidar esos objetivos en políticas razonables. Si la política es el arte de combinar poder y razón, en este caso podemos ver una demostración palmaria del triunfo de las ilusiones… y de su costo. El que un ministro de Hacienda renuncie encargándose de que claro de que fue decisión de él, es de un peso enorme.

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